FRENTE A LA ADVERSIDAD, VALOR Y VALORES (II)

Ha pasado ya casi un año, salvo una incursión puntual en septiembre, desde que dejé la actividad del blog. Y lo cierto es que ya hace tiempo que lo echaba mucho de menos. Desde hace unas semanas vengo dándole vueltas a la posibilidad de retomar la escritura bloguera; ya veremos qué frecuencia puedo mantener, pero al menos lo voy a intentar.

las_olas_de_la_muerte_me_envolvíanConstato que lo que me impulsa a hacerlo, a escribir, es tener algo que decir. Y una de esas cosas es la que me lleva a recomenzar la andadura con este post, y no con otro. Y es que hoy mismo me han venido a la mente unos hechos que son una muestra más de que la casualidad no existe.

Allá por diciembre de 2011 comencé una nueva sección de este blog, con un post casi homónimo a este (y que recomiendo leer, para entender mejor el tema): la sección se llama ¡Qué bello es vivir! (como la peli de Frank Capra, sí). Explicaba la historia de Isidre Esteve, corredor profesional de motos que quedó parapléjico por un grave accidente en competición.

Pues bien, escribir aquel post no se me ocurrió a mi, sino que una compañera de mi empresa, cuando acabó el acto que tuvimos con Isidre, me dio la idea de hacer un post sobre ello. Me pareció una gran idea y así lo hice.

Hoy, no sé por qué, he recordado aquello; he recordado también que esta persona, y no otra, desde hace unas semanas debe estar experimentando muy, muy de cerca las mismas sensaciones que vivió Isidre tras su accidente.

Es posible que en este tiempo desde el accidente mi amiga se haya acordado de la experiencia de Isidre Esteve, y haya pensado esperanzada que con el tiempo su familia también podrá contarlo con una visión positiva.

El día que me explicó todo lo que había sucedido hablamos de cómo las cosas que nos pasan siempre tienen un sentido, aunque en algunas ocasiones realmente cueste mucho encontrarlo. Que nada es gratuito ni casual. Pero me quedé con las ganas de decir algo más.

Y es que, en un momento así, supongo que lo natural es desear, anhelar (pedir, quizás) que la situación, el drama, se revierta. Que se vuelva a la situación anterior, o haya una curación, o algo así. Eso es lo natural, es normal. Sería muy raro no desearlo.

La otra razón que me ha llevado a lanzarme de nuevo a la blogosfera con este post, y no otro, ha sido una frase que he leído de Risto Mejide (confieso, y que me perdone, que no es santo de mi devoción) a raíz de la reciente muerte del marido de una presentadora de televisión (a los que supongo debía conocer); ante ese acontecimiento Mejide escribe: «a veces la vida resulta jodidamente trágica».

Pues esa es la cuestión, y lo uno a lo anterior: ¿la vida es una jodida y solitaria tragedia, o hay algo más?.

No se trata de quitar importancia al dolor, que puede llegar a ser insufrible; pero lo más insoportable del dolor es que carezca de sentido. Precisamente lo que me quedé con las ganas de decir en aquella conversación es que es fácil pensar que lo mejor que les puede pasar en este momento a la familia de mi compañera de trabajo es que se produzca una curación (que ojalá ocurra);Tempestad_calmada_Rembrandt pero me parece tan importante como eso que, si la sanación no llega, que en su interior puedan experimentar con certeza absoluta que lo que dice Risto Mejide es falso; que la vida, a pesar de los golpes que asesta, a pesar de las tempestades, es un don y un regalo que siempre merece la pena, venga como venga. Poder decir un día con convencimiento: no cambiaría nada, nada de mi vida, porque todo ha sido para nuestro bien.

Yo, de corazón, deseo en primer lugar que se produzca la curación o, cuanto menos, una importante mejoría. Pero se produzca o no, lo que les deseo con la misma fuerza es que en algún momento, más pronto que tarde (si no ha sido ya) en su interior, en su alma, puedan decirse a si mismos con certeza «¡qué bello es vivir!».

Si pensamos que la vida merece la pena en la medida que las cosas nos van bien, vamos de cabeza a la depresión, sin remedio. Porque a todos nos vendrán (o han venido ya) adversidades, enfermedades, accidentes; son sencillamente parte de la vida. Esos hechos nos ponen en la realidad de nuestra esencial y permanente precariedad.

La vida es un don y un regalo que no nos hemos ganado y que por tanto se nos ha dado gratis. Y al que venimos con una certeza, y es que tenemos el 100% de probabilidades de perderla en algún momento. Llenémosla de sentido, más que de cosas; de espíritu que crece, incluso (sobre todo) en un cuerpo que sufre; de Fe, más que de autoayuda; de Esperanza, ante lo que aparenta no poder darla; de Amor, con el que compartir las lágrimas que hay y habrá; de agradecimiento, por lo que se nos ha regalado (gracias y gratis tienen la misma raíz).

caminando_sobre_el_aguaNo hay otra vía. Ese es el combate de la vida, desde la perspectiva de la cruz; un combate cuya victoria no pasa por que nos quiten la cruz, el sufrimiento, sino por llegar a descubrir todo su profundo sentido. Experimentar un día en carne propia que es verdad aquello de «bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis».

2 respuestas a “FRENTE A LA ADVERSIDAD, VALOR Y VALORES (II)

  1. Estoy totalmente de acuerdo, Víctor. Sin dolor no puede percibirse la felicidad, igual que no se percibe el silencio sin conocer el ruido o la luz sin conocer la oscuridad.
    Pero hay una cosa en esta entrada que no comprendo, ¿qué significa el anuncio del aceite acalórico, es una paradoja para ilustrar las ideas básicas que expones?

    • Hola Edita:
      No sabes cómo me alegra seguir contando contigo como lectora y «opinadora»; la verdad es que lo que comentas del anuncio no tengo ni idea, lo cierto es que yo no lo veo.
      Pero no me extrañaría que fuese un «peaje» por usar la plataforma gratuita de wordpress.
      Gracias por dejar tu aportación.
      Saludos.

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